sábado, 4 de octubre de 2008

No se olvida... ¡ni como! ...

… pude asistir a esas marchas… algunas de las que salían del casco de Santo Tomás y de la escuela Normal de Maestros de la calzada México Tacuba. Tenía entonces trece años de edad y me invitaban porque finalmente era pueblo. Nunca me tocó una paliza siquiera, a mi hermana que estudiaba entonces en una academia de la calle Madero en el centro, le tocaron ver cosas graves y muy malas, a mi alguna vez más me toco mirar balaceras desde edificios del centro y acciones de incursiones muy violentas a la Normal de Maestros de la calzada de México Tacuba, empujones en las calles a la altura de la Alameda Central para no dejarnos pasar mas al centro porque se tenían tomados edificios por gente armada que quería tomar el Palacio Nacional según decían las voces en el lugar. El dos de octubre llegamos tarde por estar esperando a un estudiante mayor de edad que nos llevaría al mitin, él venía desde el estado de Hidalgo, ya no nos dejaron entrar por los pasillos de entrada a Tlaltelolco que quedan sobre la avenida circunvalación (hoy creo es eje uno), por la misma acera donde está el edificio que a la mejor aún es el banco de obras, nos lo impidieron la formación de soldados apostados dentro de los andadores. Cuando bajamos al centro por Jesús Carranza, colonia Peralvillo, se empezaron a escuchar fuerte tronidos y una griteria.
Desde mi particular perspectiva se cerceno a México, se le amputó de la última generación manifiesta de intelectuales valientes y sociales, estudiantes y obreros activamente responsables y reclamantes de las condiciones político-económicas.
Uno de los sustos que más avasalló la mente febril de los gobernantes de entonces y sus oligarquías, así como a los conservadores pro-estadounidenses y sus consejeros gringos, fue el hecho de que la población de entonces, así como la de hoy en otros renglones, cultivaba la personalidad de filósofos como Marx e ideólogos revolucionarios como Lennin, de tal manera que había quienes hasta les prendían veladoras y los empotraban en cosas parecidas a los altares, eso alarmó también a aquella parte de la sociedad más conservadora y que restringía esos cultos y esos ritos a la exclusividad del clero y la religión, cuando que entonces, era solo una manifestación aprendida de suplicar a la realidad dura de esas fechas; era una forma aprendida de invocar a la esperanza de un México mejor. (Hoy son los mismos altares y cultos y ritos, pero a la muerte).
El puntillazo fatal y final -masivamente dicho-, fue en el año de 1971 con la masacre de mismos maestros, obreros y estudiantes en 1971 a manos del grupo paramilitar conocido como los halcones.
Ahora nos llama buscar parecidos a la situación actual, y a la mejor pocas similitudes encontraremos en términos de represión, porque hoy la represión y violencia del gobierno y sus grupos de fuerza para el control de la sociedad, es económica y masivo-comunicacional, sobre todo a la parte social trabajadora y pobre y de clase media creciente por cierto, ambiente social-cotidiano de hoy, que se asemeja más a la del tiempo del porfirismo, en el que trabajando toda la familia se sobrevivía difícilmente y hoy eso, es muy semejante. Que injusto que en un país de enormes riquezas naturales y humanas las madres no puedan criar a sus hijos y los dejen en manos del estado, del vecino y de la familia en el mejor de los casos porque tienen que trabajar, porque sin esos salarios míseros, menos o peor se sobreviviría. Un país lleno de impuestos que se repiten en sus aparentes destinos sociales y con políticos mentirosos que medran por la incapacidad poblacional masiva de pronunciarse y manifestarse, haciendo de la representación social un negocio exclusivo para la clase social rica.
Pero la memoria del 2 de octubre con su aberrante masacre es necesario por patriotismo no olvidarla y consagrar a sus victimas como verdaderos mártires patriotas.

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